Brumadinho: la muerte del río Paraopeba

El río Paraopeba fue el que recibió todos los lodos tóxicos de relaves (desechosde minería) que irrumpieron al colapsar la represa. El nombre Paraopeba proviene del idioma tupí, significando río (pará) largo (popeba). El río Paraopeba es un río caudaloso de 510 km y riega 35 municipios a lo largo de su cuenca que contabilizan por 1,3 millones de habitantes.

Casi con la misma longitud, al oeste,recorre en paralelouno de los grandes ríos de Brasil al sur del Amazonas, el río San Francisco. El río Paraopebase junta con éste en un nudo en el que han construido también el gran complejo de embalses de Três Marías y el Retiro.Desde ahí el río San Francisco continúa hacia el norte para desmbocar en el estado de Bahía.

Los embalses de Três Marías y el Retiro, contuvieron y se contaminaron también con todo lo que arrastró el Paraopeba desde Brumadinho. Estos embalses se han convertido en un dosificador tóxico permanente porque almacenan todos esos metales pesados (arsénico, mercurio, cadmio, hierro, manganeso, níquel y aluminio) y los van liberando paulatinamente según se libera agua al río. Con ello también alargarán en el tiempo los efectos de esta agua altamente tóxica.

Del río Paraopeba dependían 2,3 millones de personas para abastecerse de agua, incluyendo la metrópolis Belo Horizonte (3 millones de habitantes), y 230 municipios. También para alimentarse por la riqueza de su fauna. Estos números, la vida que bullía de su agua, demuestra la importancia vital que suponía y que muchos ignoraron o prefirieron obviar para priorizar sus beneficios.

En realidad, un año después del crimen de la Vale, la situación es peor. Según el estudio que realiza en 21 puntos la Fundação SOS Mata Atlântica, publicado el 17 de enero 2020, en nueve de estos sitios la calidad del agua del río fue de mala a pésima. En cinco puntos la situación no cambió y en seis la condición fue de muy mal a mal, una ligera mejoría. A la pérdida de la calidad también influyeron la pérdida de oxígeno del agua y sobre todo, la pérdida de 112 hectáreas de bosque nativo, de Mata Atlántica. El accidente también repercutió en toda la estabilidad de la cadena trófica, que supuso la propagación de mosquitos transmisores de peligrosas enfermedades y epidemias (4). Según SOS Mata Atlântica el desastre provocado por la Vale mató al gran río Paraopeba.

Como supimos en una de las jornadas de la caminada, en Jauatuba, ahora los metales pesados con que los lodos de relaves contaminaron el agua están empezando a afectar a la población de diversa forma: enfermedades dérmicas, problemas gastrointestinales y hasta aumento del número de abortos no deseados.

La mayoría de los 1,3 millones de habitantes se abastecían de agua del propio río por lo que precisan el suministro de agua en tanques. A 22 kilómetros de donde ocurrió el desastre también habita el pueblo indígena Pataxó Hã-hã-hã . Como otras comunidades ribereñas, este pueblo dependía del río Paraopeba para su alimentación y vida general. Pero ahora ya no pueden pescar, ni beber su agua, ni bañarse en el río. Los habitantes de Cachoeira do Chorro también denuncian como efecto de la contaminación del Paraopeba que su identidad como comunidad de pescadores se ha destruido.

Esa fue también la historia que nos contaron Tiago, un niño adoptado de 10 años, y sus padres. El vivía en el río. En él se bañaban. En él pescaba: corvinas, curimbatás, y surubins (siluros) y dourados, que pueden superar el metro de longitud y los 30 kilos. Proveía a su familia de alimento. Pero después del desastre el río provocó una gran mortandad de peces, sobre todo porque su nivel descendió súbitamente, quedando muchos peces fuera del agua. Luego, los metales pesados del lodo disuelto en el agua hicieron el resto. En una foto nos muestran un pez de gran tamaño pescado por el niño. En realidad los dourados (salmón brasilensis) son preciosos, con esas tonalidades naranjas. Según sus padres, desde entonces han tenido que sustituir el pescado por carne, a lo que aducen ellos la obesidad actual de Tiago. Además ahora el niño ya no tiene que hacer, pues no puede ni pescar ni bañarse. Sus alicientes de la vida han desaparecido. Su estilo de vida ha desaparecido. Su autonomía, su vida en contacto con la naturaleza, su plenitud también. La sostenibilidad de su familia se ha esfumado. Tiago, toma el movil de su madre para ver vídeos y juegos. Como otros niños de su edad, ahora sólo le queda la distracción y adición tecnológica.

Estuvimos en el río Paraopeba en la zona de uno de los puentes que lo cruzan antes de llegar a la ciudad de Pompeu. Baja caudaloso. Un año después, el río Paraopeba sigue rojo. Rojo del hierro, del color de la tierra de esta región, pero como sabemos, también de muchos metales pesados extraídos junto al hierro. Viendo cualquier foto anterior observaremos que ese no era el color de este río. En ese momento, profesionales realizaban mediciones desde una barca.

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