Incineración o el negocio de las basuras

Por Ainhoa Intxaurrandieta, expresidenta de GHK

No creo que a estas alturas sorprenda a nadie el título que antecede a este artículo. Lo iremos desgranando poco a poco a lo largo del mismo, pero creo que las personas que lean estas líneas a estas alturas ya saben de lo que hablo.

Estamos acostumbradas a que nos vendan la incineración de residuos como un paso más en el “reciclaje” incluso contradiciendo lo que marcan las Directivas europeas, sumando a las tasas de reciclaje las toneladas de residuos que “desaparecen” cuando los queman. Estamos acostumbradas a ver que hacen la cuenta de la vieja, cuentan las toneladas de residuos que entran en los hornos y le restan las toneladas de escorias y cenizas tóxicas que salen. Las toneladas que “desaparecen” las cuentan como toneladas recicladas y ahí engordan las tasas de reciclaje del territorio. No tienen en cuenta sin embargo, las toneladas de agua que se han evaporado por el hecho de darle fuego al residuo orgánico, siendo este tipo de residuo el que más se genera en nuestros hogares. El residuo orgánico, casi el 50% de la bolsa de basura que sale de nuestras casas (todavía hay demasiada gente que sigue mezclando la basura y sacándola en una misma bolsa) es en un 90% agua, por lo que se calcula que casi la mitad del residuo que se envía a las incineradoras es agua, y el agua es muy difícil de quemar. He ahí la razón de que les siga interesando que junto con el orgánico, la gente mezcle papel y plásticos para que a la hora de arder, queme mejor y tengan que inyectar menos gas natural. Junto con las miles de toneladas de agua que se evaporan, no se tienen en cuenta tampoco los vertederos que suponen, el aire que contaminan, ni el suelo ni el agua de los alrededores de las incineradoras en los que vemos que paulatinamente se van contaminando de distintos tipos de metales pesados, como el arsénico, el cromo, el plomo,… y dioxinas y furanos que según la OMS, son altamente contaminantes y generan distintos tipos de enfermedades en la población que vive alrededor de ellas, enfermedades diversas como pueden ser el cáncer de pleura, el de ovarios, útero, malformaciones fetales…

A los proincineradores les gusta llamar a este tipo de tratamiento “valorización energética”, cuando es evidente que lo único que hacen es meter el residuo en unos hornos e inyectar gas natural (combustible fósil) para que ardan mejor. Lo del gas natural se debe a que como he comentado antes, el residuo no es un buen combustible y salvo que tengan muchas toneladas de papel y plástico, materiales con altas posibilidades de reciclaje, cuesta mucho que ardan. Resumiendo, o inyectan gas natural u otros combustibles fósiles o añaden a los residuos grandes cantidades de materiales reciclables como son el papel y el cartón y los plásticos.

Si lo anteriormente expuesto ya es un despropósito, añadir a este despropósito otro si cabe mayor. El residuo domiciliario que alimenta las incineradoras se compone de los restos que se generan en nuestros hogares, residuos que no son peligrosos ni tóxicos como pueden ser las sobras de la comida, el papel del periódico, los bricks de leche… pero al quemarlos en el proceso de combustión y debido a ella, se generan residuos que son altamente contaminantes, peligrosos e incluso tóxicos como cenizas volantes tóxicas, escorias, metales pesados, dioxinas, furanos… y gran parte de ellos acaban en nuestros pulmones, en las lechugas de nuestra huerta y riachuelos que recorren los suelos que riegan nuestras tierras.

Contaré el caso de Gipuzkoa que me toca más de cerca y conozco en profundidad.

Corría el año 2002 cuando a algún “vivillo” se le ocurrió que en Gipuzkoa hacían falta tres incineradoras para quemar los residuos que se generaban. Si, has leído bien, TRES eran las incineradoras que querían construir en el territorio. Parece ser que una vez de empezar a soñar en hacer negocio, siempre han querido hacerlo a lo grande. Una de las incineradoras se preveía en la zona de Txingudi. Se trataría de una infraestructura que quemaría los residuos de Irún, Hondarribia y Hendaia. La otra, sería para la zona de Goierri y la última para la zona de Donostialdea (Donostia y pueblos de alrededor). Se propusieron distintas ubicaciones para las tres pero allá donde se proponían, se generaba un movimiento de rechazo absoluto por parte de la ciudadanía. Se llegó incluso a situaciones kafkianas como que los impulsores de estas tres infraestructuras a nivel gipuzkoano, el PNV y aunque al principio no participaban de ella se posicionaron posteriormente a favor, el PSE, a nivel local se mostraban en contra de que se ubicara en su pueblo. Como ejemplo, podemos ver que cuando se propuso construir una de las incineradoras en la zona de Landabarso, los concejales del PNV y del PSE, votaron en contra en el pleno del ayuntamiento de Errenteria. Es decir, quiero que se construyan tres incineradoras en Gipuzkoa pero no en mi pueblo. Permítanme decirlo, el PNV y el PSE de Errenteria, como en muchos otros pueblos lo que dijeron fue, “que se jodan otr@s”.

Al final, por distintos problemas que les surgieron a la hora de buscar el emplazamiento (cada vez se generaban menos residuos y los que se generaban se reciclaban en mayor cantidad) decidieron que con una solo incineradora sería suficiente. Y una vez más empezaron a buscar emplazamiento para ésta. Después de muchas vueltas por Gipuzkoa, la incineradora “itinerante” encontró emplazamiento. Los altos de Zubieta. Un terreno montañoso que aunque se enclava cerca de Usurbil y Lasarte, pertenece a Donostia.

Entre unas cosas y otras, nos situamos en 2007. El ayuntamiento de Usurbil, uno de los pueblos más directamente perjudicados por esta infraestructura, no estaba de acuerdo en que se construyera una incineradora que iba a generar ingentes cantidades de metales pesados, dioxinas y furanos que tendrían que acabar respirando en el pueblo. Empezaron entonces a buscar distintas alternativas a esta infraestructura, tanto por la gran contaminación que éstas generan como porque como mandan las Directivas Europeas, nuestra obligación es generar menos residuos y reciclar aquellos que se generan. Si construyes una incineradora diseñada para quemar X toneladas de residuos, estás obligada a generar las mismas toneladas año tras año porque una incineradora no puede “trabajar a medio gas” dificultando así que se busquen objetivos de reducción, reutilización y reciclaje. Después de innumerables visitas, reuniones y asambleas, decidieron hacer la mayor acción social posible contra la incineradora: una recogida selectiva eficiente. Estos días se cumplen doce años que el ayuntamiento de Usurbil empezó a recoger los residuos con el sistema de recogida puerta a puerta. Sistema que se basaba en que las fracciones de residuos (orgánico, papel y cartón, envases y rechazo) se habían de entregar obligatoriamente por separado para su posterior reciclado. Como he comentado antes, fue la mayor acción que pudiera hacer nadie en contra del proyecto de incineración, quitarle los residuos que necesitaba para su justificación. Es un sistema que de la noche a la mañana consigue unas tasas de reciclaje nunca antes soñadas. En Usurbil pasaron de una tasa que rondaba al 30% al 80% en cuestión de un mes. No desaparecieron las toneladas de residuos que generaban en Usurbil, siguieron siendo las mismas, pero en vez de entregar la mayoría de toneladas mezcladas, se debían entregar de forma separada de lo contrario no se recogía. El hecho de casi triplicar la tasa de reciclaje tiene una traslación directa en las toneladas con las que cuentan para quemar. Si tenemos en cuenta que la fracción rechazo es en torno al 5% de los residuos que generamos en nuestras casas, con una recogida de residuos eficiente y generalizada, no se sostiene ninguna incineradora. Junto a Usurbil, comenzaron a recoger los residuos con el sistema puerta a puerta, Oiartzun, Antzuola y Hernani, éste último con unos 20.000 habitantes, demostró que no había que ser un pequeño municipio para que se pudiera implementar este sistema.

Llegaron las elecciones forales y la fuerza que se había presentado con la no construcción de la incineradora en su programa, fue la primera fuerza de Gipuzkoa. Pero no lo tuvo fácil. Diez días antes de las elecciones que posibilitaron el cambio de Gobierno, deprisa y corriendo, se había firmado el contrato para la construcción y gestión de la incineradora, vamos que se dejó atado y bien atado.

Una de las primeras cosas a la que tuvimos que hacer frente fue a buscar la documentación que había desaparecido de los archivos de las oficinas para poder hacernos una composición de los hechos. Fue un trabajo de investigación arduo. Mientras tanto aprobamos una moratoria de seis meses porque teníamos que empezar a construir ya la incineradora según los plazos que habían pactado a las puertas de las elecciones. Una de las primeras cosas que nos llamó la atención fue que era una incineradora dimensionada para quemar 260.000 Tn de residuos y en el territorio se generaban 180.000Tn anuales. Ya en el momento que teníamos que empezar a construir nos faltaban 80.000 toneladas anuales (sin contar con que habían proyectado poder poner un horno más y así quemar 320.000 toneladas). Estaba sobredimensionada.

La Dirección de un diario de gran tirada gipuzkoano, nos solicitó una reunión. Uno de los temas tratados fue la incineradora, cómo no. Nos querían hacer ver la necesidad de que Gipuzkoa contara con una, “aunque sea un poco más pequeña”. Ante nuestra negativa, nos propusieron “hacer una más pequeña y nosotros nos encargamos de preparar una pista de aterrizaje para que vuestros votantes entiendan que no teníais más remedio que construir una” (sic). Una vez más nos negamos pero para nuestra sorpresa, al día siguiente el titular del periódico fue que Bildu planificaba construir una incineradora más pequeña.

Como he comentado anteriormente, el mayor acto o acción que se puede hacer contra la construcción de una incineradora, es gestionar y recoger los residuos de forma correcta para que no tenga residuos para quemar, y nos pusimos manos a la obra con el sistema de recogida selectiva que hasta entonces había dado mejores resultados. Implementando el Puerta a Puerta en muchos municipios de Gipuzkoa conseguimos bajar en pocos meses a 140.000 toneladas de rechazo. Todavía Donostia, Irún… no hacían una recogida selectiva eficiente, rondaba y rondan hoy en día el 35% de tasa de reciclaje. Las poblaciones más densamente pobladas eran las que peor recogían sus residuos, suponiendo esto un lastre para los municipios que mejor lo hacían y que llegaban incluso a tasas de reciclaje del 90%.

De todas formas día a día era más evidente que no se podía construir la incineradora porque ya antes de empezar su construcción era deficitaria como lo demostraban todos los informes económicos que teníamos enfrente. Se llegó a poner cifras. Si se construía esa incineradora, teníamos dos opciones, o conseguir toneladas de residuos (o dejábamos de recoger selectivamente los residuos o conseguíamos residuos fuera del territorio gipuzkoano) o aceptar el hecho de que íbamos a tener 11 millones de pérdidas anuales durante los próximos 20 años. Cualquier gestor sin interés personal en el tema no hubiera tenido dudas al respecto.

El acoso al que nos sometieron con el sistema puerta a puerta fue tremendo. Creo que algún día se estudiará el fenómeno en las facultades de periodismo o en las de sociología. Se abrían los telediarios y los periódicos con tal pueblo o tal otro pueblo que va a cambiar el sistema de recogida de residuos. Era lo único que importaba en Gipuzkoa. Poco o nada se hablaba de la incineradora, de las repercusiones que ésta traería sobre la ciudadanía tanto económicamente hablando como en problemas de salud, medioambientales…

El sistema de recogida de residuos más eficiente que se haya conocido jamás, se convirtió en el “problema” de la ciudadanía. No había crisis, no había paro, no había empresas que tuvieron que cerrar,… solo había Puerta a Puerta.

Mientras tanto, seguíamos buscando documentación para poder demostrar lo que ya sabíamos, que era que en este preciso tema, los residuos eran lo más limpio que nos íbamos a encontrar.

Cuando conseguimos cierta información relevante para demostrar que no se había jugado limpio en la contratación de la construcción, nos robaron el ordenador donde se encontraba la mencionada documentación. Cuando denunciamos a la persona que se lo había llevado, nos denunció por secuestro, torturas, amenazas y malos tratos. ¿Consecuencia? Que tuvimos que estar año y medio demostrando en los juzgados una y otra vez en todas las instancias posibles que las acusaciones eran mentira. Efectivamente, todos los juzgados nos daban la razón, pero la persona que se llevó el ordenador, consiguió ganar tiempo y así no declarar ella por las razones que le llevaron a hacer desaparecer el ordenador. Cuando por fin fue firme que en ningún momento habíamos hecho nada de lo que nos acusaba y además quedó en entredicho su credibilidad ante los tribunales, había vuelto a cambiar el Gobierno y lo primero que hicieron fue quitar la demanda contra esa persona. Se llevó el ordenador donde había pruebas que demostraban que el contrato se hizo de forma nada regular y salió de rositas.

Entre tanto, debido a la falta de toneladas de residuos, rescindimos el contrato con las constructoras. Se negoció con ellos pagarles como indemnización lo mínimo que preveía la ley para estos casos, 8,2 millones de euros. Lejos de los 11 millones de euros anuales que preveíamos íbamos a perder si la hubiéramos construido.

Nos pusimos manos a la obra a diseñar un proyecto para tratar todos los residuos del territorio, sin necesidad de incinerarlos. Diseñamos un proyecto teniendo en cuenta todas las fracciones de residuos que se generaban. Un proyecto medioambientalmente seguro, sin contradicciones y que nos aseguraba que íbamos a tratar todos los residuos de forma eficiente, sostenible y sin perjudicar ni el medioambiente ni la salud de las personas y además iba a ser muchísimos más barato. Se calculaba que si hubiéramos construido la incineradora habríamos tenido que pagar por la construcción y la gestión posterior 500 millones de euros. Nuestro proyecto, costaría 110 millones de euros y además sería flexible al cambio de cantidad de toneladas que se preveía si seguíamos por la senda de la reducción, reutilización…

¿Cuál fue la respuesta? Demanda de los proincineradores contra el que fuera Diputado de medioambiente y contra mí en el Tribunal de Cuentas de Madrid. Nos pedían 45 millones de euros de nuestro patrimonio personal. Osamos hacer frente a banca, constructoras, medios de comunicación y nos lo quisieron hacer pagar caro, muy caro.

Siete años después, y con todas las sentencias a favor, podemos decir alto y claro que lo que hicimos lo volveríamos a hacer una y mil veces, aunque ello nos llevara a pasar una y otra vez por todo el estrés que nos generó el tener que ir de juicio en juicio.

Hoy, han construido una nueva incineradora en Zubieta, esta vez y debido al cambio en la legislación, los municipios gipuzkoanos tenemos que pagar durante 35 años a la empresa con capital chino Urbaser, un total de 1000 millones de euros. El negocio es el negocio. No va a ser fácil, pero aquí seguimos luchando contra la insensatez y el deseo de negocio de algun@s. No fue fácil, no será fácil, pero seguimos.

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