por La Chula Potra
Lo primero conciencia
Antes de que empieces a concederme el honor de leerme, quiero hacerte una pregunta. ¿Crees que podemos utilizar este minicolapso para el provecho de la gente y el planeta? Si es que no, te aconsejo que no sigas leyendo. Este escrito está dirigido a la gente que si cree que este fenómeno sanitario encierra una posibilidad para el avance social global y local. Te lo digo para que no pierdas el tiempo. Es prácticamente imposible que desde aquí, pueda hacerte cambiar de opinión. Si no partes de ese previo, nada de esto será significativo para tu mente.
La sociedad empieza en nuestras mentes. Pero una cosa es la mente y otra la conciencia. La mente tiene piloto automático. La conciencia es atención plena. Podemos pensar que vivimos a partir de la mente. Pero vivimos a partir de la atención que le ponemos a la vida. A pesar de que nuestros cerebros no dejen de procesar información y de realizar acciones, no significa que sepamos porque hacemos las cosas, no nos planteamos si las cosas que hacemos son beneficiosas para nosotras. Podemos ser desgraciad@s pero seguir haciendo aquello que nos hace desgraciad@s durante toda la vida. Por una falta de conciencia. Cuando el medio social es estable, y si es caso, ha ido transformándose a una velocidad que te ha permitido una adaptación gradual, en cierto grado inconsciente, vamos funcionando sin necesidad de la atención plena. Pero ahora mismo, a nivel global, el medio social se ha transformado radicalmente. Eso hace que los pilotos automáticos no funcionen, necesitamos Conciencia. Pero el cerebro es vago, no le gustan los cambios. O puede suceder que a pesar de los cambios exteriores, esa mente, inconsciente al momento, piense que ella no debe transformarse.
Aplicar hoy conciencia es vital para el éxito de la adaptación individual al nuevo medio. Pero esa conciencia también es vital para la adaptación social a la nueva situación. Esta nueva conciencia parte del conocimiento del nuevo medio. Conociéndolo podremos comprender que necesitamos transformar para adaptarnos, y por tanto, definir los objetivos y las estrategias para lograr aquello que nos interesa y podemos extraer de este fenómeno excepcional. Este fenómeno en su caos, encierra oportunidades para todo aquel que sepa adaptarse a la nueva situación. Cuanto mayor sea la adaptación, mayor será el éxito vital, en este caso, social. Pero para adaptarnos, debemos hacer consciente el momento, con todas sus implicaciones. A nivel individual y social. Y esto implica un trabajo duro, personal y colectivo. Porque todo está en cuestionamiento. Como resultado del ejercicio de conciencia, individual y social, lograremos disponer de una verdad, a partir de la cual crear unión en los intereses, los objetivos y las estrategias.
El caos social ocasionado por el virus es un flujo desconocido para toda la población y los poderes. Y solo puede encararse dejándose arrastrar por él, aunque sin perder la dirección. Y cuando termine ese estado de incertidumbre, según la estrategia, habremos conseguido más o menos terreno para nuestros intereses. No podemos dejar pasar la oportunidad a nuestro favor. Por eso es tan determinante la verdad sobre el fenómeno. Porque permite disponer de una dirección que nos ayude a navegar mejor el flujo incierto. Es decir, a adaptarnos y aprovecharnos de las nuevas condiciones creadas.
La verdad compartida es la brújula social
Cuando se establece el origen de un análisis, a pesar de que el fenómeno mute a gran velocidad, no te pierdes en la reflexión, y por tanto, en la defensa de tus intereses. Y el caos del virus ha provocado un medio inestable que cambia a gran velocidad. Por ello, tener un lugar al que agarrarse es vital para no verse arrastrado por corrientes de información, opinión, que vayan en contra de nuestros intereses. Porque todas las estructuras que no atendieron esta emergencia a tiempo, y todos los poderes que saben van a tener que asumir responsabilidades, y todo agente que no quiera asumir que a partir de ahora todo cambie, se van a afanar en intentar confundirnos. Para eludir sus responsabilidades y sacar tajada, claro está. Pero sobre todo, para que la acción social global que de esto pueda surgir, no tenga lugar. Por eso van a intentar apropiarse de la situación revolucionaria para bloquearla lo máximo que puedan.
Regimen de Posverdad global
En este proceso de atención plena para la toma de conciencia hay un obstáculo gigantesco heterogéneo. Me refiero a todo lo que impide la búsqueda de la verdad. Entre la cantidad ingente de información, el pésimo papel de los medios de comunicación de masas, la manipulación inherente a todo el sistema de información global, las redes sociales a través de las cuales vertimos una cantidad ingente de información veraz, falsa o emotiva, mas toda la cospiranoia y toda la operación de propaganda y confusión concreta sobre el tema que ya está teniendo lugar, es muy complicado ahora mismo saber la verdad sobre este fenómeno. Y todo esto sin tener en cuenta los filtros mentales individuales que a veces, son el mayor obstáculo para conseguir poseer alguna verdad. Cuantas veces negamos la evidencia porque choca con pensamientos adquiridos…
Por lo tanto, solo existe una posibilidad de discernir la verdad. Aferrarse a aquello que es incuestionable. Esta información existe. No es suficiente para tener una visión absoluta del fenómeno, pero si para construir una verdad que pueda compartir la mayoría de la comunidad global que somos, que sirva para empujar a la acción que nos interesa.
Buscando la dirección
Es incuestionable que el fenómeno empieza en China en Diciembre, cuando este estado informa de una nueva enfermedad a la comunidad internacional. Y es incuestionable que, venga de donde venga ese virus, sean los que sean los intereses o no que actúen en la sombra, provocó una emergencia SANITARIA, que se ha propagado por toda la sociedad occidental en un cinturón geográfico que ya ha dado la vuelta al mundo.
Por eso, a pesar de las opiniones diferentes sobre su origen y motivación, es incuestionable que el fenómeno es sanitario. Porque lo ocasiona un virus. Y es importante mantenerse en la definición de que esto es algo sanitario y crear nuestros discursos a partir de ese carácter. Porque esto nos afianza en la realidad histórica, neutraliza la posverdad, neutraliza las propias estrategias de grupos de poder a los que por diferentes motivos les interesa mostrar el fenómeno como político, económico. Y sobre todo porque el carácter sanitario puede generar un movimiento social democrático, global, por encima de ideologías, culturas, naciones, estados, géneros y cualquier diferencia social. Este virus ha conseguido que nos auto percibamos como una Comunidad Global Sanitaria. Con unos intereses comunes a nivel planetario que debemos hacer conscientes, reivindicarlos y ser atendidos y que chocan contra el sistema humano globalizado y tóxico en el que vivimos.
Como progresistas o movimientos sociales, no debiéramos perder la oportunidad que nos ofrece este virus de poder llegar a cualquier ciudadanía que siempre, estará preocupada por su salud y que podrá ser activada socialmente para luchar a favor de esa salud. No creo que exista un aspecto de nuestras vidas que pueda hacernos confluir de manera más general. Esto nos presenta una oportunidad muy grande para poder llevar a cabo ese despertar social global al respecto. No podemos olvidar que ese mini colapso sanitario es amable si lo comparamos con los colapsos que pudiera ocasionar el cambio climático o el fin de los combustibles fósiles, ambos fenómenos también globales y también sanitarios. Y aquí es donde se encuentra el valor absoluto de tomar el fenómeno como algo sanitario: Que nos puede ayudar, como ensayo y como argumento, para todos esos gigantescos retos que nos vienen, y de los que ahora, se puede despertar una mayor conciencia y también un consenso.
Que no te engañen. La culpa es de la OMS.
Siguiendo con el virus, alguien debía haber sabido que la pandemia era inevitable, porque estamos conectados por millones de desplazamientos alrededor del mundo: La OMS. Ya que es una emergencia global, debió funcionar como el organismo sanitario global que es. Solo este organismo pudo y debió mitigar el fenómeno. Su liderazgo nos hubiera ayudado a aceptar mejor las medidas sanitarias. Estas pudieron haber sido menos estrictas.
Pero para ello, a su vez, hubiéramos necesitado ser una sociedad global adaptada a una posible emergencia sanitaria planetaria. Y no lo somos tampoco. Está claro que existen muchas responsabilidades, sanitarias, políticas, económicas, comunicativas, en esta incompetencia global y regional. Y también es incuestionable que necesitamos construir sistemas globales sanitarios, en lo físico, lo mental y lo social, según definición propia de la OMS. Es decir, tras este virus, quizás comprendamos que la administración global tiene menos que ver con los negocios o las identidades y más con la salud y el cuidado mutuo. Entre personas pero también entre países.
Cambio radical del medio
Por esta incompetencia general, a día de hoy en el estado español nos encontramos recluidos en nuestras casas en una situación excepcional que ha llegado en cuestión de horas a nuestras vidas. Esta situación es mucho más complicada de gestionar. Millones de personas habituadas a un estilo de vida totalmente diferente, que nunca pensamos ni nos preparamos para esto, debiendo adaptar nuestras mentes y vidas en cuestión de días a una reclusión forzosa que no sabe nadie cuando va a terminar. En este estado de reclusión estamos formando una opinión al respecto. Debemos esforzarnos para que esa opinión nos favorezca como individuos y como sociedad. Y mejorar nuestra adaptación. Y por eso son tan importantes los mensajes que recibimos y emitimos.
Y aquí llegamos a otra cuestión incuestionable. Esta crisis en la que estamos recluidos, el debate social está teniendo lugar por las redes y los medios. Y por eso la estrategia comienza en esos mensajes que emitimos, pero también los que recibimos. Debemos tener cuidado con toda la posverdad que nos quiere confundir, enfadar o atemorizar. Porque esto está muy claro, es sanitario, es motivo de alegría porque puede suponer un avance civilizatorio y nadie debiera temerlo, puesto que todas estamos dentro del fenómeno. Pero también debiéramos tener cuidado con aquello que emitimos. Porque las palabras tienen energía. Y podemos con ellas alimentar lo positivo del fenómeno, o aumentar todas las energías negativas que ya actúan sobre él. Así que puede decirse que hoy, la lucha del Pueblo Global, empieza, más que nunca en las redes. Y esto puede jugar a nuestro favor, si las usamos con criterio. Si el criterio es individual, el resultado será individual. Si construimos un criterio común, el resultado será más productivo socialmente. Es por eso que ante cada mensaje, debiéramos colocarnos en el sentido común, y no en otros sentidos más sectoriales, aunque también legítimos, claro. Y este ejercicio construye conciencia global. Y es precisamente esto lo que necesitamos. Aprender un mejor uso de la red, como instrumento para la consecucion de nuestros intereses globales, entre ellos, primordialmente, los sanitarios.
La Revolución siempre sorprende
Es incuestionable también que estamos viviendo una Revolución. Según el diccionario, revolución significa un cambio brusco. Y nadie puede discutir que el virus ha ocasionado una revolución: Nuestro medio social ha sufrido una modificación radical instantánea. Nadie la esperaba, nadie ha visto nunca algo parecido y nadie estábamos preparados. Por tanto el cambio es incuestionable también. Todo ha cambiado para siempre. Y por eso debemos cambiar cada persona y cada colectivo. Lo que está sujeto a la incertidumbre es la clase de cambio que tenga lugar, la cual depende de las fuerzas sociales que se apropien del momento. Y esa apropiación tendrá lugar por quien mejor se adapte a la nueva situación. Y solo construyendo un sistema de pensamiento adaptado a las nuevas circunstancias del medio podremos aprovechar este cambio social en provecho de las comunidades, locales y globales. Por tanto la necesidad de la construcción de un discurso adaptado también es incuestionable. Porque los viejos sistemas de pensamiento pre revolucionarios no pueden estar adaptados a un medio que no conocen.
Así pues, debemos aceptar la revoluciom percibir la verdad que contiene, discernir los intereses que de ella devienen, y construir en base a ellos un discurso con el que podamos argumentar en común para lograr la unión de la gente y para diseñar las estrategias que nos permitan alcanzar esos intereses.
¿Y porque la gente de la calle y los colectivos sociales estamos obligados a esta revolución si no somos responsables de la situación anterior ni de la que ha generado?
Porque formamos parte del sistema que ha colapsado. Es por tanto lógico que todas llevemos a cabo el proceso de cambio adaptativo.
Pero, ¿estamos dispuestas a cambiar?
Las titulares del sistema no, por supuesto. Solo les gustan los cambios que controlan y este cambio les ha venido impuesto. Aún así, se transformaran. A su favor, con todo el conocimiento y recursos que disponen para cualquier contingencia. En el tiempo que les dejemos los movimientos sociales y las personas. Por ello, es vital poseer el conocimiento y actuar en base a él lo más rápido posible.
Pero mucha gente de la calle también se está resistiendo a esa adaptación. Y el mejor indicador de eso es la energía con la que se vive el fenómeno. Para alguien que quiere transformar el mundo, esta situación debiera ser una oportunidad que le alimenta la esperanza en el cambio. Para alguien que de muchas maneras está adaptado al sistema anterior y se resiste al cambio porque no le ve beneficio o porque le da miedo la incertidumbre, esta situación le enfada. O simplemente le confunde, a la espera de adquirir conocimiento sobre ella.
La primera necesidad que plantea esta revolución es el cambio personal. Pero para ver necesario un cambio personal, debe haber una insatisfacción interna, porque si no, la mente no ve necesario el cambio. Hoy, mucha gente de la izquierda se siente en una atalaya prerrevolucionaria con la que cree está adaptada a la nueva situación y por tanto sus planteamientos y acciones no están adaptadas, y desde la inconsciencia, forman parte del movimiento reaccionario sobre el fenómeno. Estas mentes necesitan incomodarse, sentirse mal consigo mismas. Y a partir de ahí, adaptar sus opiniones y acciones al medio diferente en el que nos encontramos.
Debemos agradecer que el fenómeno encierra una verdad que nos puede permitir sentir incómodos dentro de nuestros sistemas de pensamiento de izquierdas, Una verdad que nos espera a todas, por si queremos hacerla consciente. El asumirla en todas sus consecuencias puede ayudarnos mucho a la adaptación al fenómeno.
Me refiero a una actitud que toda la sociedad compartíamos hasta hace dos semanas. Una actitud negativa y reprochable. Que nos pone frente a un espejo desagradable. Pero que nos da mucha verdadera información sobre quien somos y qué debemos cambiar, si queremos cambiar el mundo.
Y es que hasta que el fenómeno no nos arrollo, no nos preocupo que el virus solo mataba a gente mayor y enferma. No nos pareció ese dato lo suficientemente significativo para haber activado una curiosidad preocupada que nos hubiera dotado de una comprensión del fenómeno hace dos meses. Y que nos hubiera dado la conciencia de que todo lo que estaba pasando en China, nos iba a pasar aquí, puesto que somos una sociedad global.
Nadie nos engaño con el virus. La información estaba ahí. Lo que no tuvimos la atención puesta ahí. Y fue porque los que morían, eran abuelos. Ellos seguramente no se estaban enterando, los abuelos necesitaban de nuestra atención y acción social. Y nadie tomo el papel de defender sus intereses. No nos pusimos en el lugar de unas personas, nuestras abuelas, que nos necesitaban para no morir con ese virus.
Aún hoy mucha gente sigue pensando que las cifras no son para tanto. Sin ponerse en el lugar de quien ha muerto, va a morir o está sufriendo desde muchos lugares la primera línea del fenómeno. Esa falta de empatía es una muestra más del nivel sanitario social. Porque la salud es algo social, también. Una sociedad que infravalora a sus mayores, está enferma integralmente. Pero eso, ya lo sabíamos.
Me hablaban hace unos días de uno de los fallecidos en Navarra. Una persona mayor que ya estaba enferma, pero que por la manera de morir, en medio de un estado de alarma, lo ha hecho solo.¿ Como pretendemos cambiar el mundo si nos mantenemos insensibles al sufrimiento, considerándolo que no es para tanto? Anteponiendo nuestros sistemas de pensamiento, nuestros análisis y frustraciones a sus vidas, viejas, pero vidas.
Además, debiéramos haber sido más inteligentes con todo: Hoy, son ellos, pero mañana podemos ser cualquiera.
Si la revolución no me alegra, soy parte de la reaccion.
Por eso, desde una profunda autocritica personal y desde un nuevo punto político global, a la gente sana encerrada, sólo nos debía valer la alegría por lo que está pasando. Porque es una alegría vivir una revolución que nos exige empatía, solidaridad y responsabilidad. Es una alegría poder cuidar a quienes nos cuidaron. Y siempre deberemos recordar que si aprendemos de esta, es posible que salvemos millones de vida en el futuro, gracias a esta gente anciana cuya muerte solo tendrá sentido si nosotras, las que podemos luchar por ello, se lo damos.
Esta emergencia es revolucionaria porque la realidad sobre la que pivota, es contraria al sistema anterior. El sistema capitalista prima el negocio sobre todas las cosas. Sin embargo, esta emergencia ha puesto por delante el cuidado, y ha conseguido paralizar un sistema basado en la movilidad y el consumismo fosilistas, frenéticos. A la postre, es un referente global de que, si la salud lo exige, se puede parar el sistema. Nos muestra que es básico y que es superfluo en nuestras sociedades, que hasta hace poco se afanaban en saciar necesidades inducidas por los sistemas de publicidad y los medios de comunicación, pensando que eran imprescindibles. Pero además, el colapso ha mejorado las condiciones medioambientales, y ha colaborado con la salud general del planeta. Nos debemos apropiar de todas estas evidencias como argumentos para nuestra lucha global por la salud, preventiva de futuros colapsos.
Y refiriéndome en concreto a las capas progresistas de la sociedad, es revolucionario acatar un estado de alarma impuesto por los estados capitalistas a los que nos oponemos en esencia, sin sentirlo como un ataque a nuestros principios ideológicos sino como unas medidas de cuidado que empatizan, se solidarizan y cuidan. Medidas tomadas tarde y mal, si, pero las únicas que ahora mismo podían salvar las vidas de quienes las necesitan más que nosotras.
El estado de alarma choca contra nuestros sistemas de pensamiento de izquierdas. Pero esos sistemas necesitan también adaptarse a la situación que ha cambiado revolucionariamente. Por eso es tan importante definir la cuestión como sanitaria, a pesar de, en este caso, las consecuencias políticas que tiene. Porque resistirse a ello es un fallo en la cultura del cuidado, que este fenómeno ha puesto por delante del resto, y de lo cual deberíamos alegrarnos, porque es revolucionario, y marca las líneas de aquello que debiera ser ese otro mundo que de corazón ansiamos. Si queremos otro mundo, más que nadie, debiéramos ser nosotras, las que queremos cambiarlo, quienes más nos debiéramos revolucionar. Y no encuentro mayor revolución para nosotras que aparcar nuestros sistemas de pensamiento a favor de quien está en riesgo.
Este sistema de alarma es una mierda, lo están intentando instrumentalizar los partidos políticos y el ejército, los medios no están cumpliendo con su labor y las personas y las estructuras sociales no estamos preparadas. Pero evita que la gente se contagie, permite que muchos sobrevivan a esta temporada vírica, reduce el colapso sanitario y la carga de trabajo sobre el sector sanitario. Y además, nos hace más solidarios de lo que hemos sido nunca. Porque estamos entregando nuestras vidas por todos esos objetivos sanitarios, exclusivamente sanitarios.
Adaptarnos a la situación significa que nuestra mente nos sirva para sobrellevar esta situación excepcional de la mejor manera en que nos ofrezcan nuestras posibilidades. Y esta adaptación, aunque no nos guste reconocerlo, supone una revisión profunda de cada persona y una revisión profunda de lo que somos en común. Y hay una verdad que duele, pero que está ahí esperando a que la usemos a nuestro favor: No hemos sido ni solidari@s ni empátic@s. Así que quizás, no seamos tan majos, ni tengamos tanta razón.
También hay otra constatación muy interesante para nosotras. No somos ciudadanos de pueblos, naciones o regiones, sino miembros de esa comunidad global sanitaria que hoy está enferma y que necesita estructuras globales sanitarias que la protejan.
Este fenómeno puede servirnos para hacer consciente y transformar aquello que no nos sirve, primero dentro de la realidad de cada cual. Sobre todo, a nivel global. Este fenómeno, atendiendo al axioma Pensar global, actuar local, nos ha dotado de una identidad global que debe expresarse en lo más cercano.
Y por último, nos debe servir para cuestionar todo lo que ha hecho que hayamos llegado hasta aquí. Y como nadie ha sido capaz de preveerlo y avisar al resto, toda la gente debemos llevar a cabo un análisis de autocrítica, más grande cuanto más lo sea nuestra capacidad o responsabilidad. Así que este problema puede ser una suerte psicológica. Depende de nuestras capacidades de adaptación.
Colapso amable de la Madre Común.
Este parón es saludable. No debemos resistirnos, sino aprovecharlo. Porque es sanitario nos convierte en una comunidad global sanitaria que ningún otro agente puede neutralizar, si logramos mantenernos unidas. No es una crisis económica ni política, así que no debiéramos temer, unidas, las consecuencias al respecto. Debiéramos ocuparnos en definir las necesidades que devienen de una emergencia sanitaria y encauzar el trabajo para conseguirlas.
Hacer consciente en nuestro interior que esto es sanitario, que es revolucionario, que nos obliga a la transformación personal y común, que nos construye como comunidad global, que antepone las necesidades de unos a nuestros deseos, pensamientos o frustraciones, que por encima de todas las dificultades es un proceso ético, nos genera otra conciencia que nos permite adaptarnos mejor a las nuevas condiciones y las futuras, para un mayor índice de éxito social de lo que somos, la Comunidad Global Sanitaria.
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