Cansados de la guerra: avalancha de deserciones en ambos frentes

Luego están quienes ya han pasado de las palabras a los hechos, como el desertor petersburgués Alexander Igumenov, que la noche del pasado 30 de octubre recibió al jefe de la patrulla que fue a arrestarle apuntándole con una pistola directamente a los ojos: «O te quitas de enmedio —le habría dicho—, o en el ministerio de Defensa necesitarán un nuevo oficial». Una escena no muy distinta a la que tuvo lugar la semana después al otro lado de la frontera, en la aldea ucraniana de Lykhivka, donde un camionero anónimo se desmarcó de un grupo de reclutadores del ejército amenazándoles con un fusil y un cóctel molotov. No sabemos si el hombre había escuchado las rimas de Trutnev y Ostrovsky, pero está claro que el clima de movilización patriótica, entre el Moscova y el Dniéper, parece haberse malogrado últimamente.

Para comprobarlo basta consultar los recientes informes publicados por el colectivo anarquista Assembly de Járkiv (assembly.org.ua), que desde febrero de 2022 se dedica a censar cualquier episodio de rebelión antimilitarista a ambos lados del frente. «La fuga del personal de las Fuerzas Armadas —escriben los activistas en su último informe, datado en noviembre de 2024— ha asumido ya las dimensiones de una avalancha». Efectivamente, los números hablan claro. Desde el inicio de la invasión hasta hoy, según los datos de la Fiscalía General, alrededor de 95.000 soldados ucranianos habrían sido incriminados por abandonar su sección sin autorización. De estos, unos 60.000 hombres habrían abandonado el uniforme durante 2024, y hasta 9.500 de ellos solo en el mes de octubre.

Pero es probable que el fenómeno sea aún más vasto: «Sin duda el número de nuestros desertores ya ha superado los 150.000 y se acerca a los 200.000 —escribe el periodista de Kiev Volodymyr Boiko, que actualmente presta servicio en la 101.ª Brigada de las Fuerzas Armadas Ucranianas—. Si las cosas siguen así, llegaremos a 200.000 antes de finales de diciembre».

80 personas marcharon en el consulado ucraniano en Milán para conmemorar el Día del Desertor.

También en el frente ruso la gente parece ya cansada de combatir. Hace unos días saltaba la noticia de que alrededor de mil hombres habrían desertado en masa de la 20.ª División de Fusileros Motorizada, arrastrando consigo a veintiséis oficiales, un mayor y un coronel. «Son cada vez más los militares que se echan al monte —puede leerse en un mensaje que los activistas de Assembly han recibido recientemente de Horlivka, en la república filorrusa de Donetsk—. Algunos van diciendo por ahí que nuestros soldados deberían dejar de disparar a los ucranianos, y que sería mejor abrir fuego contra quienes nos gobiernan. Pero la gente todavía tiene miedo de estos discursos, y muchos se dejan arrastar por el pánico: “¿Queréis volver a 1917? —preguntan— ¿Queréis la guerra civil?”».

Otro mensaje proviene de un joven recluta del ejército de Putin desplazado al frente de Kursk: «Muchos de nuestros oficiales son auténticos nazis —dice—. He hablado con el jefe de comuniaciones de la División de Morteros, que sin irse por las ramas me ha exhortado a leer “a los pensadores alemanes de los años treinta”. Por otro lado, los hombres de la tropa pertenecen casi todos a la clase obrera, y en general no tienen ninguna gana de combatir. Por eso cuando les explico a mis compañeros que esta es una guerra injusta, de patrones contra patrones, muchos dicen estar de acuerdo conmigo».

Se trata de un escenario que rechina y no poco con el que magnifican insistentemente las oficinas de propaganda, que tanto en Moscú como en Kiev no abandonan el «armaos y partid» a bombo y platillo. La música en el frente es un poco distinta.

El 3 de octubre en Voznesensk, en la región de Mykoláiv, alrededor de cien soldados de la 123.ª Brigada de Defensa Territorial Ucraniana realizaron una improvisada manifestación de disenso y se negaron a ir a las trincheras, protestando por la falta de armas y equipamiento adecuados. Lo mismo había ocurrido el día anterior en Vuhledar, en el frente de Donetsk, donde otro batallón de la 123.ª Brigada, el número 86, le había dado la espalda al enemigo y se había dado a la fuga, permitiendo por otro lado que las tropas rusas conquistaran la ciudad. La única víctima del amotinamiento había sido el comandante en jefe de la sección, Igor Hryb, de 33 años, que según algunas fuentes habría sido ajusticiado por sus mismos hombres después de haber intentado —en vano— pararles los pies.

Los oficiales llevan una vida difícil también al otro lado del frente, donde las posibilidades de ser abatidos por el fuego enemigo son quizás aún mayores. Así, solo en los últimos meses —según Assembly—, los casos de comandantes moscovitas eliminados por sus propios soldados serían por los menos tres. El último episodio se remonta al pasado mayo, cuando los militares de la unidad 52892 del ejército de Putin, «arrastrados a la locura» por los agotadores turnos de guardia, decidieron abrir fuego contra su propio jefe de brigada, matándole en el acto. Porque los fusiles —como afirman los grafiteros de Járkiv— hay que saber apuntarlos en la dirección adecuada.

Solidaridad con los Desertores rusos y ucranianos.

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