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Por Martintxo Mantxo (A Planeta) /Foto: derrame en la Amazonía peruana (CEIBO)
La COP 26 de Glasgow fue un gran fiasco, y se caracterizó sobre todo por el gran desembarco de empresas petroleras. El fiasco continuó con la triste propuesta de la Unión Europea de considerar “verde” a la nuclear y al gas. Nuevamente se suceden los conflictos en torno a los combustibles fósiles en Kazakhstan y Ucrania. Pero no es sólo el impacto climático, el impacto de las emisiones que provocan el calentamiento global. Son también muchos impactos en mares, playas, ríos, selvas, en esos ecosistemas, en su vida, y en las comunidades que allá habitan y que dependen de ellos. Menos de dos meses después de la COP 26 de Glasgow nos golpean las imágenes de derrames en la costa de Perú, en la Amazonía, en Ecuador, en Tailandia, en Euskal Herria; explota un petrolero en la costa de Nigeria y se proponen nuevos proyectos de explotación en Argentina que anuncian más de estos desastres. Menos de dos meses después de esa COP nuestra petro-dependencia vuelve a mostrar su cara más oscura, y nos muestra también que pese a la urgencia de esa COP y de la situación, seguimos consumiendo petróleo como antes y con las peores consecuencias.

En enero tenía lugar el derrame de Repsol en Perú. Mejor dicho los derrames: el 15 y el 25 de enero 2022. Ambos en su refinería de Ventanilla, La Pampilla (ver la Entrevista con Marc Gavaldà (Repsol Mata) en esta página). Para las que presenciamos el desastre del Prestige cuesta mucho digerir esas imágenes, aunque aquí tampoco se reprodujeron tanto. Tal es el poder que tiene Repsol y su peso en la economía. Obviamente, esas actividades de ultramar también contribuyen a la economía española. Y sus recortes en seguridad, en operatividad, etc, también redundan. O leo como en el 2015 tras otro derrame (sí, claro, éste no era el primero!) perpetrado en 2013 consiguió pagar la mitad de lo que fue multada (133.80 UIT o Unidad Impositiva Tributaria de Perú) lo que también contribuye en mayores beneficios. Entonces la multa correspondía a sus mentiras, informando de 7 barriles derramados cuando eran 195. Ahora nuevamente, Repsol mintió pues denominó al derrame de “mínimo”, de siete galones de petróleo (aproximadamente 26 litros) con “una extensión de 2.5 metros” y que se hallaba “limitado y controlado”. Sin embargo, fueron más de 3 kilómetros del litoral los que contaminó con petróleo y afectando tanto el agua como la costa de la zona (playas, islas) y su fauna y flora marina. Así el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) ha abierto expediente a Repsol por 31 infracciones.

Mientras, no lejos de allá, en la Amazonía peruana, el Observatorio Petrolero vinculado a la red Pueblos Indígenas Amazónicos Unidos en Defensa de sus Territorios, utilizaba la atención suscitada por el accidente para reclamar que dentro de la selva en 50 años de actividad petrolera los derrames ocurren sin cesar y sin que trasciendan. El último del que se hacen eco tan sólo el 23 de diciembre, aunque duró más días, desde uno de los muchos oleoductos que transportan el petróleo de esta zona. Estas organizaciones y pueblos aprovechaban la ocasión también para denunciar el racismo patente al discriminarles a la hora de informar por tratarse de pueblos indígenas. Destacan los más de 100 derrames sólo en el Lote 192 de la empresa Frontera Energy y sólo entre 2015 y 2020; o los más de 180 derrames sólo en el Lote 8 de la empresa Pluspetrol, y sólo entre 1998 y 2020. En ambos lotes calculan más de 400 derrames. También los grandes derrames del Oleoducto Norperuano de 7.977 barriles de petróleo en 2014, 1.130 en 2016 y 114 en 2018. O los más de 7 millones de barriles de aguas de producción petrolera arrojada a ríos y suelos entre 1974 y 2009.

Pero además, justo entonces, el 28 de enero ocurría otro derrame de petróleo en la Amazonía ecuatoriana, en el Oleoducto de Crudo Pesado (OCP) de 6.300 barriles de petróleo. Al parecer, según Infobae, el derrame ha sido provocado por corrimientos de tierras generados por la construcción de una represa china en el río Coca. Este derrame afectó también a las comunidades indígenas kichwa y parte de la gran reserva ambiental Parque Nacional Cayambe-Coca. Ahora ha llegado también al Parque Yasuní. No en vano, este oleoducto, financiado entre otros por el BBVA2, contó con una gran oposición en su inicio, porque se predecía que accidentes como éste tuvieran efectos drásticos en zonas de gran valor ecológico de su trayecto.

A las que hemos seguido los despropósitos de Repsol allá donde opera no nos sorprende. Como tampoco sorprende a las que lo viven a diario, aquí también, como la población de Meatzaldea (Zona Minera) en Euskal Herria (País Vasco). Aquí la empresa también, mediante su subsidiaria Petronor, somete a la población a gran contaminación, escapes de gas constantes, llamaradas, explosiones, y también a los derrames de rigor (ver artículo sobre Petronor por una de las vecinas y activistas en Zorrotz). Este pasado 17 ocurrió el último, en el río Barbadun, coincidiendo con el acontecido en Perú. Nuevamente, la empresa informó de tenerlo controlado, pero ni lo habían percibido (pese a decir también lo contrario) y el hecho fue denunciado por personas que lo descubrieron. Por lo que se deduce que se habría originado mucho antes, pero sobre todo que la empresa no cuenta con los medios para hacer seguimiento ni prevención. El pasado febrero de 2021 Petronor /Repsol protagonizó otro vertido de 68 litros de crudo en el mismo río por el que fue multada por 1.774 euros.

Como todos estos vertidos han pasado desapercibidos, también el ocurrido en Tailandia, por su lejanía y porque nuestra capacidad no da para tanta atrocidad. Pero también el 25 de enero ocurría otro derrame de petróleo en el Golfo de Tailandia, de entre 20 y 50 toneladas de petróleo, también en una manguera submarina de carga de buques cisterna de propiedad de Star Petroleum Refining. Nuevamente, como en el caso de Perú y como denunciaban las comunidades amazónicas, la alarma sonaba cuando el crudo se disponía a afectar las playas y al turismo, declarando el gobierno el estado de emergencia. Este derrame ha afectado los frágiles ecosistemas marinos de corales y pastos, así como el Parque Nacional de Khao Lam Ya que alberga una gran variedad de aves y animales marinos. En Tailandia también se contabilizan 240 derrames desde 1974.

Si todos esos desastres eran pocos, el petrolero Trinity Spirit explotaba cerca de la costa de Nigeria el 2 de frebrero. Este tanque tiene capacidad para almacenar unos 2 millones de barriles de petróleo. La llamarada y las emisiones que emitió eran eneormes. Se desconocen más detalles.

Y sin despertarnos del fiasco de Glasgow, el gobierno argentino firmó un acuerdo con el FMI para pagar su deuda (fraudulenta y odiosa) para lo que anunciaba la explotación, previa correspondiente exploración, de posibles yacimientos mar adentro en la costa de Chubut. Ya hemos informado del sentir popular frente a otras propuestas extractivistas en esa misma provincia también que el mes pasado consiguieron frenar nuevos intentos de explotación. Así como el malestar por el desastre que supone la explotación petrolera convencional y no convencional en Neuquén y Río Negro, donde esta semana mapuches volvían a cortar carreteras por incumplimiento de acuerdos. Así que la nueva propuesta ha sido respondida con contundencia desde la sociedad, en lo que se ha denominado el Atlanticazo y articulada por la creada Asamblea por un Mar Libre de Petroleras y organizaciones ya existentes como el Observatorio Petrolero Sur (OPSur). Las protestas se replicaron el 4 de enero por la geografía argentina, y ahora ha sido convocada de nuevo para el 4 de febrero. Como ocurría con las prospecciones anunciadas en Canarias o en la costa vasca, uno de los grandes riesgos (además de la posibilidad de liberar volúmenes ingentes de petróleo y gas) son las explosiones utilizadas para los sondeos que afectan sobre todo a los cetáceos. Por ello las prospecciones suscitan tanta oposición. Como ya ocurrió aquí, y en vista de todo lo ocurrido recientemente, esperamos que desistan de tamaño despropósito.

Puede que pensamos que todo fue una coincidencia, que a finales de enero los astros se alinearon de cierta forma que facilitó todos estos desastres petroleros, pero como el Observatorio Petrolero de Perú y las comunidades afectadas de la Amazonía nos muestran, esa es la realidad cotidiana de la explotación petrolera (como los derrames continuados en el lago Maracaibo en Venezuela… en cualquier sitio!). Y además de los impactos que supone su quema en el calentamiento global que tanto nos preocupa (esa quema también supone mucha contaminación y graves problemas de salud), el petróleo supone muchos otros problemas en ecosistemas, comunidades y recursos vitales como tierra y agua. Para ellos no hay muchas posibilidades de contención ni prevención, ni tan siquiera el declarar y proteger zonas como reservas o parques. Por todo ello reclamamos aquella máxima del movimiento anti-fosilista, de Oilwatch, “Dejar el petróleo en el suelo, el carbón en el agujero y las arenas bituminosas en la tierra”3, algo que la comunidad científica también reclama para evitar la debacle climática.
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NOTAS:
1En noviembre de 2021 ya se informó que las emisiones equivalían a las producidas pre-pandemia, 36.400 millones de toneladas, un incremento del 4,9% con respecto a 2020. (https://news.stanford.edu/2021/11/03/carbon-emissions-rebound-near-pre-pandemic-levels)
2Quien también financia los oleoductos DAPL en EEUU, GSP y Camisea en Perú, el Bicentenario en Colombia y el Gasyrg de Bolivia, y recientemente el Gaseoducto los Ramones Sur que pasa por ocho estados de México.
https://bbvahiltzaile.blogspot.com/2016/09/gsp-el-bbva-sigue-financiando-el-cambio.html
3Del inglés «Leave the oil in the soil, the coal in the hole and the tar sands in the land!» – se le añadió también “gas bajo la hierba” (“Gas under the grass”) www.oilwatch.org/2013/05/21/unburnable-fuels-how-to-keep-the-oil-in-the-soil
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